Categorías
Lubna

Lubna de Córdoba

¡No puede ser!

Lubna se quedó pasmada. No pudo apenas reaccionar. Le entraron ganas de salir corriendo. Pero esta vez solo el corazón le salió dando saltos. Se quedó quieta. Preocupada y lamentándose.

Había recorrido un largo camino hasta llegar a donde estaba y tener el poder que tenía. Y eso que había tres poderosas razones que el destino había puesto en su contra: esclava, cristiana y mujer en la Córdoba musulmana del siglo X.

Pero esta vez era el momento de ser inteligente y no una mártir. 

Incluso el invencible Almanzor “El Victorioso”, general de los ejércitos del Califa y azote de los reinos cristianos, se había tenido que doblegar ante los intolerantes Ulemas que pululaban por el palacio y por toda Córdoba.

Siempre que se cruzaba con ellos por las calles, era una victoria para ella. Sus miradas de desprecio eran el mayor halago que podía recibir esta joven cristiana, antigua esclava en la corte de Abderramán III. 

Su inteligencia deslumbrante y sus conocimientos sin parangón le habían ganado su libertad, y además el profundo respeto del Califa.

Ahora se paseaba libre como mujer erudita y libre por las calles y jardines de una Córdoba luz del mundo. Y en ese resplandor, ella era la cuidadora del faro que alumbraba tanto conocimiento.

Y es que Córdoba con sus 1.000 baños públicos, cientos de miles de habitantes, más de 500 mezquitas, escuelas infantiles y casi 100 escuelas de enseñanza superior ya tenía razones más que suficientes para ser la ciudad más culta del mundo, con un brillo que destacaría en la historia durante siglos.

Pero había algo más, algo que era el resumen y colofón del conocimiento como forma de vida plena. Algo de lo que ella, Lubna, antigua esclava, formaba parte fundamental. 

Una biblioteca.

Con más de 500.000 libros.

Aquí se recogían todas las áreas del conocimiento imaginables: matemáticas, poesía, astronomía, arquitectura, medicina, botánica… Una biblioteca orgullo de la ciudad, más que sus bellísimos edificios.

Ilustres sabios de todos los confines del mundo veían con la devoción de un suplicante peregrino a beber de sus fuentes de calmada sabiduría.

Y era ella, Lubna, la conservadora de la Biblioteca Real de Córdoba y asistente personal del Califa, quien los recibía e iluminaba con su manantial de conocimiento. 

Se conocía la biblioteca mejor que nadie, buceaba en sus libros como un pez que conoce todos los mares, todas las corrientes, todas las bellezas inigualables, los abismos donde el conocimiento se eleva como la montaña más pura hacia un cielo que se podía tocar, pues estaba ahí delante, enrollado en miles y miles de estanterías.

Por eso ahora sentía este dolor.

Almanzor había dejado entrar a los Ulemas más insidiosos e intolerantes, guardianes según ellos de las enseñanzas del profeta Mahoma y encargados de que la verdad del conocimiento no contradijera la palabra de dios.

Ahora los Ulemas rebuscaban entre las decenas de miles de libros.

Y en los jardines los amontonaban.

Uno de ellos esperaba con una antorcha. 

Arderían hasta ser sólo cenizas. 

Mientras da vueltas nerviosa por los pasillos del palacio, Lubna repasa mentalmente cada libro, cada manuscrito, cada localización, teme por todos ellos… 

Pero mientras se preocupa, una pequeña certeza nace en ella… Sí, volvería a viajar a El Cairo, a Alejandría, a Teherán, al fin del mundo si hacía falta, a visitar a los sabios, viajaría otra vez, iría en barco, en burro, andando, pasaría hambre, frío y miedo por los peligros. Pero tenía la certeza de que cada libro volvería a su lugar…

En esto se dio cuenta de que anochecía… Se vistió y salió a las afueras de la ciudad… 

…los comerciantes en las calles cerraban hasta el nuevo día, se despedían unos con cara de cansados y otros con una de esfuerzo moviendo los pesados sacos de frutas, especias, metales, cueros que llenaban las calles de vida y olores… 

Llegó ya casi de noche afuera de las puertas, siguió el camino que llevaba a los viñedos.

Los grillos cantaban un poco asustados, como su corazón que latía aún asustado, pero fuerte. Y cada vez más calmado…

Siempre venía a pasear a los viñedos para descansar cuando su agitado corazón se le aceleraba…

Paseaba por entre las vides.

 Los racimos estaban en flor y seguirían creciendo, imparables, como el conocimiento, como las estrellas, que aparecían, bellas y suaves en el firmamento de esta noche silenciosa, de un aire fresco que te llena de vida, cuando profundamente lo respiras …

6 respuestas a «Lubna de Córdoba»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Información básica sobre protección de datos Ver más

  • Responsable VinoBlancoafrutado.com.
  • Finalidad  Moderar los comentarios. Responder las consultas.
  • Legitimación Su consentimiento.
  • Destinatarios  VinoBlancoafrutado.com.
  • Derechos Acceder, rectificar y suprimir los datos.
  • Información Adicional Puede consultar la información detallada en la Política de Privacidad.